
Dios nos llama en lo cotidiano, por lo que necesitamos a alguien que nos enlace con lo trascendente, que nos introduzca en la fe. Seremos invitados a la fe y nos corresponde invitar a otros a la fe, a la seducción de Dios, de tenerlo a Él. Seremos presencia que se convertirá en ausencia para que aflore la adultez de la fe en los otros. Lectura bíblica: Samuel 3,3-10 / Jn 1, 35-42
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